viernes, 16 de mayo de 2008

Crónicas de un Soldado: Crónica primera editada


Crónica primera
Cielo carmesí


“En la guerra no hay vencedores, tan solo hay vencidos”

El cielo estaba teñido de color escarlata, propio de la sangre.

Situados en ambos extremos de una verde campiña, dos ejércitos se preparaban para una cruel y terrible batalla. En el extremo oeste, se hallaba el ejército de Asthorn. Sus soldados, vestidos con cotas de malla, cascos, armas y ropajes de color marrón estaban ultimando los preparativos. En su vestimenta se podía observar el blasón del Dragón, emblema del ducado. Su soberano era el duque Waylan, un hombre respetado, pero a la vez severo y justo.

En el extremo este, se hallaba el ejército del reino de Minra. Se les podía ver ya preparados, con sus armaduras de acero, cotas de malla y cascos enfundados, armas en mano y listos para luchar. En su vestimenta y ropajes, de un color azulado, se podía observar el escudo del Fénix, símbolo del reino. Su soberano era el Rey Lorint, un anciano de sabiduría extrema, considerado antaño como uno de los mayores guerreros que jamás haya conocido el mundo.

Un soldado del ejército de Asthorn bajó la mirada del cielo. Debía tener sobre la treintena de años, relativamente alto, de melena negra y lisa, ahora ocupada en mayor parte por el casco que llevaba puesto. Tenía unos ojos negros como la noche y una mirada dura, pero a la vez triste.

Devnos dirigió su mirada hacia la extensa campiña. Pudo ver ante el él lo que era la visión premonitoria de una masacre. ¿Para qué serviría esa guerra? ¿Por qué Minra había atacado a Asthorn?

Recordaba que Minra había declarado la guerra al ducado hacía aproximadamente tres meses, cuando, tras hacer oficial su intención de invadir el ducado, sus ejércitos atacaron tres de las aldeas fronterizas. Por suerte, todos los prisioneros que tomaron fueron liberados más tarde a cambio de concesiones. No tomaron como rehenes a mujeres ni a niños, y las bajas fueron mínimas. Sea como fuere, una cosa estaba clara: Minra era un digno adversario.

Recuperando la compostura, vio como el enemigo avanzaba a lo lejos, dirigiéndose a ellos. Les dio la espalda y observó a sus soldados, sus compañeros. Devnos era el capitán de una de las cuadrillas del ejército, como revelaban sus vestimentas, ligeramente más decoradas que las de la mayoría de soldados.

Sus compañeros estaban decididos, pero asustados. Lo pudo percibir a simple vista viendo sus miradas. Si entraban en combate con esa indecisión, no verían ningún amanecer más. Se aclaró la garganta discretamente, y dijo:

- ¡Compañeros! ¡Se que estáis aterrorizados! Pero con el terror, ¡solo le estamos dando una ventaja al enemigo! Debemos ser valientes en estos tiempos oscuros. ¿Queréis que Minra invada nuestras tierras para sus propios fines? ¿Queréis que esclavicen a vuestras propias familias? Si vuestra respuesta es no, ¡seguidme hacia la victoria!

La respuesta fue unánime. Todos los soldados de la cuadrilla enervaron un grito solemne, un grito de guerra que indicaba que protegerían aquello que querían con todo su ser. Aún si su destino final era la muerte.

Devnos volvió su vista hacia el ejército de Minra. Su caballería estaba ya muy cerca de sus filas, así que dio su primera orden:

- ¡Soldados, formación de falange, ahora!

Los soldados de las dos primeras filas obedecieron rápidamente. Enfundaron sus espadas y desenvainaron sus lanzas. Los soldados de primera fila, incluido Devnos, se arrodillaron y situaron sus lanzas diagonalmente, apuntando hacia arriba, mientras que los de segunda fila las enarbolaron horizontalmente, de pie.

El enemigo llegaría en poco menos de un minuto, al ritmo que iban. Devnos se preparó bien para su llegada. Como capitán de cuadrilla, normalmente debería haber estado en el centro de las filas, para dar mejores órdenes a sus soldados. Pero para él, sus soldados eran sus compañeros, sus hermanos. Por eso luchaba en primera línea, junto a ellos.

De repente, el sol empezó a proyectar sombras. Muchas sombras, que se movían rápidamente. El capitán alzó la mirada, y a continuación gritó:

- ¡A cubierto!

Todos sus soldados comprendieron al momento lo que quiso decir. Sacaron sus escudos y se cubrieron con ellos ante la perforante amenaza. Los soldados que sostenían las lanzas con las dos manos dejaron una mano libre para sostener el escudo.

Devnos notó como tres de las flechas impactaban en su escudo. Había salido ileso. Guardó rápidamente el escudo y enarboló firmemente su lanza una vez más. Pudo ver de reojo como sus compañeros hacían lo mismo.

- ¡¿Heridos?! – preguntó.

Momentos después, el soldado que se hallaba a su lado respondió:

- Tenemos algunos heridos leves, pero no es nada grave. Pueden seguir luchando.

- Muy bien, gracias Jeron. – le dijo – Los que estéis heridos, ¡no toméis riesgos innecesarios! – gritó.

La caballería de Minra estaba a punto de colisionar contra ellos. Agarró fuertemente el mango de su lanza, y gritó:

- ¡Por Asthorn!

Sus soldados hicieron eco de su grito con una oleada de vitores hacia el ducado de Asthorn.

La caballería minradiana contactó finalmente con el ejército de Asthorn. La batalla había empezado.

El choque fue brutal. Las lanzas atravesaron la carne de los caballos, haciendo que estos cayeran malheridos o muertos, y haciendo que sus jinetes salieran despedidos. Al caer, los soldados de Asthorn acababan con ellos con certeros golpes de espada.

Una vez que las lanzas se clavaron en los caballos, se volvieron inútiles. Devnos y sus soldados las soltaron y desenfundaron sus espadas largas, juntamente con sus escudos. Aún quedaban algunos jinetes que habían sobrevivido al choque inicial, junto a sus caballos. El capitán se acercó al que tenía más cerca de donde se encontraba. Este vio que los ropajes del capitán eran distintos, y lo reconoció como un soldado de alto rango. Alzó su espada, dispuesto a matar al capitán de negra melena.

Devnos había previsto ese ataque. Alzó su escudo para que este se encontrara con la espada del enemigo. Una fuerte sacudida, y un sonido metálico anunciaron que había conseguido su propósito. Inmediatamente, ladeó fuertemente el escudo en diagonal, cosa que el jinete no se esperaba, desarmándolo. A continuación, clavó su espada en la barriga de este.

El jinete gritó en agonía, y cayó malherido al suelo. El caballo se marchó corriendo, asustado. Devnos remató al enemigo cortándole el cuello. Era un hombre piadoso, odiaba hacer sufrir a la gente, aún siendo sus enemigos. La sangre brotó del cuello de la víctima, y unos espumarajos salieron de la boca de este, como si intentará gritar. Tres segundos más tarde, había muerto.

Analizó la situación a su alrededor. La segunda oleada de Minra se había unido a la refriega. Esta vez era su infantería. Por primera vez, el capitán se dio cuenta que el enemigo los superaba en número. En un choque directo acabarían ganando ellos debido a que eran más.

Como si hubiera sido cosa del destino, justo en ese momento oyó el zumbido de cientos de flechas en el aire, en dirección al grueso de infantería enemigo, aún lejos de sus posiciones. Devnos pensó en la suerte que tenía Asthorn por contar con una de las mejores legiones de arqueros que existían.

Recuperando la noción de la realidad, pudo ver a tres soldados minradianos dirigéndose hacia donde estaba él. Tres contra uno… aquello no iba a ser fácil.

- ¡Capitán!

Un soldado había llamado a Devnos. Este pudo ver a un soldado de su misma edad a su lado, y avanzando hacia el enemigo. Pudo ver dos flechas clavadas en él. Una en su antebrazo izquierdo, y la otra cerca de la tibia derecha.

- ¡Capitán, acabemos con ellos!

Devnos respondió:

- Vamos allá, Geralt.

Uno de los soldados minradianos dio indicaciones a los otros dos. Devnos pudo ver por sus ropajes que debía de tratarse de un capitán, como él. Era de mediana estatura y muy musculado. Portaba una espada bastarda en una mano y un escudo grande en la otra.

Los otros dos soldados flanquearon a Geralt, mientras el capitán se enfrentó en duelo a Devnos.

Devnos atacó primero. Deslizó una fuerte estocada hacia el corazón de su enemigo, poniendo también su escudo a modo de defensa entre ambos. El enemigo usó su propio escudo para frenar la estocada de Devnos, y ejecutó un tajo horizontal, que el capitán paró con el suyo propio.

De reojo, Devnos pudo ver como Geralt luchaba contra los otros dos soldados, en una situación claramente desigual. Aún así, conseguía esquivar y bloquear los ataques de sus enemigos, algo asombroso contando que tenía dos heridas.

El capitán de melena negra efectuó un segundo ataque, esta vez descendente, apuntando al cuello de su enemigo. Pero el capitán minradiano paró su ataque con el escudo, en la misma postura con la que antes había parado el ataque del jinete. Anticipándose a lo que podía pasar, Devnos soltó su espada para poder maniobrar mejor y le propinó una patada al estomago de su enemigo. El golpe conectó.

El capitán minradiano perdió el equilibrio y el aire de sus pulmones. El impacto había sido brutal, y no se lo esperaba. Cayó al suelo. Se dispuso a incorporarse, pero algo le presionó el pecho, impidiendo que pudiera hacerlo. Era el pie de Devnos.

Se dispuso a contraatacar con un golpe de espada desde el suelo, pero Devnos lo esquivó y le clavó la espada en su mano. El capitán minradiano gritó de dolor. Ahora era incapaz de manejar la espada. Segundos después atravesaba el corazón de su enemigo, finalizando el duelo.

Devnos se incorporó rápidamente tras apuñalar a su adversario, en busca de Geralt. Estaba en una situación desfavorable y tenia que ayudarlo.

Por fin los encontró. Geralt estaba luchando todavía con los dos soldados. vio como este desarmaba a uno de los soldados con un golpe de escudo, y como a continuación clavaba su espada en su barriga, haciendo que el soldado cayera al suelo en agonía. Pero al girarse para enfrentarse a su otro enemigo, bajo momentaneamente la guardia. Este momento fue aprovechado por el enemigo, el cual efectuó un tajo que cortó la yugular de Geralt.

Devnos gritó. Pudo ver en la mirada de Geralt una mezcla entre sorpresa y terror, mientras caía agonizante al suelo. Corrió hacia donde se hallaban él y el enemigo. El soldado minradiano se dio cuenta de que se acercaba, y se encaró a él. Devnos, consumido por la ira, tiró su escudo a un lado, le pego un puñetazo en la muñeca a su rival, desarmándolo, lo agarro del brazo, y tiró de él mientras clavaba su espada en su cuello. El enemigo murió en el acto.

Geralt estaba en el suelo. A su alrededor se había empezado a formar un charco de sangre, que dotaba a la hierba de tonos escarlatas. Por su boca salían espumarajos sangrientos. Devnos se acercó hacia él, y vio como Geralt intentó decirle algo:

- Cuida… familia… favor…

A continuación, silencio. Ante él yacía el cuerpo inerte de su subordinado, compañero y amigo…

1 comentario:

xArix dijo...

:3

Con decirte, "me encanta" lo digo todo y al mismo tiempo no te digo nada (noo).

Pero es que es verdad, esta remasterización está mucho mejor, sí, sí; más cuidada, con más detalles y mejor narrada (si cabía).


Actualiza ya guarri, actualiza ¬¬



Que Arisugawa te acompañe